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Nuestra vida alrededor del “Grand Teton”, al principio de todo en la “Edad Dorada”, era idílica, de acuerdo al “Plan Divino de Perfección”. Esto es maravilloso saberlo, pero no para ponernos a soñar en un pasado remoto que no volverá, sino todo lo contrario, para que hagamos la “Remembranza Divina” y nos demos cuenta de que así mismo podemos vivir ahora, poniendo en práctica lo que nos enseña la Metafísica. Esta vida paradisíaca en la tierra, al pie del Grand Teton, la podemos percibir en la obra musical “God Bless America” de Irving Berlin.
Éramos totalmente luminosos, como etéricos. Nuestras vibraciones eran altísimas; tanto, que desconocíamos el mal por completo. Nuestro “Cordón de Plata” era visible y del ancho que dan nuestras manos extendidas; conformaba nuestro “Círculo Electrónico”, constituyendo un escudo natural de protección de resplandeciente Luz Blanca, que no permitía que nos bajáramos de vibración, y como no existían frecuencias de vibración que no correspondieran a la perfección de la “Divina Presencia de Dios”, no había que cuidarse de nada. El Cuerpo de nuestro Cristo, fulgurante de Luz, era totalmente visible y era nuestra apariencia externa. Debido a esto, no se necesitaba luz artificial; nuestra sola presencia iluminaba. La ópera “La Mujer sin Sombra” de Strauss es una “Remembranza Divina” de este estado de vida auto-luminosa. Solamente existía la luminosidad del día, y la noche sólo era nominal, como el actual “Sol de Medianoche” de los países polares, donde hay noche sin oscuridad. Debido a una “Remembranza Divina”, nos fascina viajar a lugares donde se contempla el Sol de Medianoche, como Finlandia y Ushuaia.
Extraído del libro "El Cielo" de Rubén Cedeño, Editorial Señora Porteña
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Mayo 2023
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